Este hotel se encuentra junto al mercado central lo que permite recorrer el paseo del Danubio caminando y llegar a las principales atracciones en 30'. Además, el autobús 100E que conecta con el aeropuerto tiene parada a 2 minutos.
Sin embargo en sí mismo no tiene nada de especial salvo el precio si consigues una buena oferta. La recepción se encuentra en el primer piso. Más que un hotel parece una pensión, con habitaciones muy amplias pero desangeladas, antiguas, sin complementos. De techos altísimos y mobiliario de hace 30 años. El baño es básico básico, con la taza encajada junto al lavabo y una bañera tan alta que casi necesitas una pértiga para entrar. Las amenities ningún mencionarlas, es mejor no poner nada que los sobres de gel que encuentras por las mañanas sobre la camarera. El descanso es malo, mucho ruido dentro y fuera de la habitación, se oye a las habitaciones de al lado continuamente y la nevera hace ruido durante toda la noche. La cama es tan dura que parece de hormigón y la almohada rompecuellos. Además, las cortinas apenas tapan luz y es difícil dormir pasadas las 6 de la mañana.
El desayuno es pobre, repetitivo y de muy baja calidad los productos. Es imposible encontrar un plato o una servilleta más allá del puesto sobre la mesa.
En cuanto al personal correcto, tampoco se desviven por ayudarte. Destacar la disposición de la chica rubia que está por las mañanas en recepción