Desde que entras por la puerta la atención es expendida, el desayuno increíble, probamos el japonés. La ubicación inmejorable. Pero sobre todo la forma que tiene de tratarte, ayudarte y hacer que la estancia sea perfecta. Nos dejaron un detalle en nuestra habitación que no esperábamos y todo fue increíble. Teníamos reservado el baño privado, y una maravilla, merece la pena. El público no lo llegamos a utilizar, pero entramos y tenía muy buena pinta. Volvería a este Ryokan de nuevo, es perfecto.