Sin duda, lo mejor del hotel es su ubicación: justo detrás de la iglesia de san Pedro y muy muy cerca de la catedral de san Esteban.
Nos alojamos en una habitación doble económica. Es una habitación que da a un patio interior dentro del propio hotel, por lo que es muy tranquila. En cuanto a la cama, tengo que decir que el colchón era comodísimo pero las almohadas demasiado blandas y delgadas para mi gusto. El cuarto de baño es suficiente, pero las bañeras son demasiado altas.
El desayuno es bastante mejorable: el dulce es escaso y no hay nada casero. Además, tardan bastante en reponer cuando algo se termina. Tampoco los zumos son naturales.
En definitiva, lo mejor es su ubicación en el centro del distrito 1 de Viena.