En recepción no hablaban ni inglés ni español. nos dieron la tarjeta para la habitación y el botones no nos acompañó siquiera. Ahora bien, menos mal que fue solo 1 noche la que nos alojamos, por la cercanía al aeropuerto, más no hubiésemos aguantado. El hotel no está preparado para alojar a turistas ni gente de negocios. En el primer piso funciona una especie de Iglesia Evangélica, y en la misma los cánticos por la tarde se oyen hasta los pisos de arriba. Para el desayuno, fuimos a las 6.30 am, y nos encontramos con que no había lugar, y solo un mozo estaba a cargo de todo. Las mesas, todas, ocupadas por personal aparentemente de alguna empresa, ya que los trabajadores parecían obreros por su vestimenta. Más de 100 hombres, imagínense las miradas a mi novia, la única mujer, parada conmigo esperando que se desocupe una mesa. No había agua caliente ni siquiera para un té, y los pobres trabajadores se habían comido todo, olvídense de que repongan algo en ese momento, apenas si desayunamos un poco de sandía y algo de café. Las sábanas son viejas, tanto es así que tienen pelotitas como si tuvieran más de 20 años de uso, y si tu habitación está cerca del ascensor, olvídense de descansar, el mismo emite un sonido constante intermitente. La zona donde se ubica el hotel no es agradable, a 1 cuadra hay una plaza poblada de indigentes, y las calles los fines de semana están despobladas, mucha gente durmiendo en la calle en condiciones que no dan ganas de estar ahí